«No soy quien marcó el destino, sino quien ellos decidieron que fuera cuando lo desoyeron. Soy la mezcla de un mandato desacatado y la pasión que lo transgredió.»
Ella cierra los ojos para convocar la atención en los oídos. Las palabras le suenan familiares, pero apenas las adivina. Unos balidos marcan el fin de la jornada; los pasos cansinos de unos hombres lo entienden así. Irma se anima a abrir los ojos de a poco. El atardecer ya se apaga y la ampara de no encandilarse. Ve pasar a jóvenes y viejos, que son recibidos en silencio por mujeres que cruzan las puertas y esperan. Irma se reconoce en esos rostros tallados por el aire salobre del Cantábrico.
Irma cierra los ojos una vez más, y otro mar le acerca el calor y los ruidos de una playa soñada desde siempre. De inmediato alza los párpados para ver a esa pareja que ríe y la llama por su nombre. Se deja acariciar por el amor de esos ojos que también son los suyos. Al leer estos relatos de Irma Currás Pereira, es posible imaginarla como una viajera de su tiempo y del tiempo de los suyos.
Ella asegura que tan solo quiso recuperar la historia de su clan —su historia— para legarla. Pero su logro es mucho más alto: estos recuerdos, ilustrados con una prosa susurrada, no dejan afuera una pregunta desafiante.
Irma Currás Pereira nació en 1961, en la Ciudad de Buenos Aires.
Hija de inmigrantes españoles que vivieron la miseria de la posguerra civil. Profesora de Letras que ejerció la docencia durante más de treinta años.
Su ámbito siempre fue el aula. Actualmente es catequista de adultos, participa en un taller de teatro con Héctor Bidonde y en otro de relatos con Viviana García. Este es su primer libro.