Toda historia es una ficción, y si el rugby tiene su historia, está en los relatos de sus protagonistas. Los personajes de La sangre es toda mía, el primer libro de Tacho de Vedia, son aquellos que sentaron las bases para que el rugby se desarrollara en la Argentina. Este libro comienza cuando competir en los mejores campeonatos internacionales era impensable, allá lejos en el tiempo, en la época de los botines Sacachispas, mucho antes de que aparecieran las pastas en la dieta de los jugadores y se leía el libro verde de Jim Loehr, Fortaleza mental en el deporte, como una Biblia.
El protagonista de estas historias es único pero a la vez representa a toda una generación de jugadores. Tacho es el que por fuera del club hacía su propio entrenamiento clandestino, levantando con el cuello la cama, sillas, cualquier cosa que le pareciera lo suficientemente pesada para hacer músculo, y quien también abrazó por primera vez la camiseta del Seleccionado más fuerte que a una novia.
En este libro se narra lo que se pierde cuando una pasión se vuelve una actividad profesional, cuando los aduladores terminan siendo “críticos en las tinieblas” y cuando el deporte elige ignorar sus códigos. “Aunque parezca una postura romántica, hay que mantener la utopía, no como el sueño de lo imposible, sino como aquello que no ha ocurrido todavía pero creemos que sucederá”, dice de Vedia.
La sangre es toda mía es un libro para leer en voz alta en el tercer tiempo, y no olvidar que el juego está por encima de todo.
Tacho de Vedia nació en San Isidro, en 1954. Desde los ocho años jugó al rugby en el San Isidro Club. Fue jugador del Seleccionado Argentino de Rugby. Luego de su retiro, trabajó como entrenador en varios clubes.