Recordar es una aventura llena de trampas. La memoria se ocupa de hacer travesuras y, a veces, nos protege escondiendo aquellos momentos que fueron penosos. En el mejor de los casos —y si lo logramos—, los recuerdos son fotografías borrosas de lo sucedido. Aún a sabiendas de eso, y con la ayuda de Luz Santomauro, hicimos el ejercicio de recordar lo que me pareció más significativo.
La elección obligó a dejar a un lado a muchas personas queridas y valiosas, pero este intento de libro no pretende ser una enciclopedia. Sí estoy seguro de que fui honesto con mis recuerdos y que he mencionado a todos mis familiares directos y queridos que han sido parte de mi vida.
Tal vez, a fuerza de honestidad, he mencionado momentos y relaciones que no siempre fueron alegres y cariñosos, pero en todo caso reconozco que en esta tarea he puesto todo lo que pude recordar. Mirando por el retrovisor, veo que el afecto, el calor y el apoyo que he recibido de mis hijos, de mis nietos y de muchos seres queridos superan en forma aplastante los trances difíciles que siempre nos tocan en esta corta vida. Para ellos va este borrador de El único que no se cae es el que no monta.